lunes, 27 de octubre de 2008

MOZART, de Fernando Vela


Una biografía. Inevitable después de todas las incógnitas que sobre el personaje me dejó "El síndrome de Mozart". Y me ha gustado mucho, la verdad. Está bien escrita, muy ordenada cronológicamente. No es muy amplia ni aporta datos (creo yo) que no fueran ya sobradamente conocidos, pero como introducción para profanos (que es mi caso), perfecta.
Mozart es sorprendente en sí mismo, como todo el mundo sabe, pero hay una serie de aspectos que me han llamado la atención (aparte de los clásicos sobre su precocidad y el extraordinario número de obras que compuso en su corta vida). Por ejemplo, la forma en que su padre "explotó" su infancia, llevándolo de corte en corte por numerosas ciudades de Europa, que caían rendidas ante la excepcionalidad del niño. Y cómo esto mismo luego se volvió en su contra. Mozart sufrió en carne propia el mal de los niños prodigio: si tanto había hecho con cuatro o seis años, ¿qué podía añadir, a los dieciséis o a los veinte, que fuera superior? Su precocidad se volvió en su contra.
Muy llamativos también otros aspectos: lo muchísimo que viajó; la tibia acogida que le dispensaron siempre Salzburgo y Viena; que él se consideraba alemán y no austríaco (sería así en su época); que su pasión siempre fue la ópera, pese a lo dificultoso que le resultó triunfar en ella; que todo lo que compuso en su vida fue de encargo; que sufrió numerosos altibajos en su popularidad y éxito, y como consecuencia, sobre todo al final, importantes problemas económicos; que su relación con su padre se resintió mucho de falta de entendimiento (por parte del padre, que hubiera querido seguir mangoneándolo toda la vida); que fue muy poco enamoradizo aunque tuvo, después de casado, algunas aventurillas que al parecer no pasaban de simples coqueteos; que mantuvo una tierna relación con su mujer, nunca apasionada, pero sí muy amistosa... ¡Tantas cosas...!
Pero me ha gustado mucho tanto su concepción de la vida como de la música. El libro no aborda nunca su posibilidad de que Mozart padeciera el síndrome de Williams, pero sí hace referencia en numerosas ocasiones a su carácter infantil, alegre, extraordinariamente necesitado de afecto, de público que le demostrara admiración. Y sobre todo, a su ligereza, su alegría, su fluidez. Era una forma de concebir la vida y el arte innatos en él. Nunca se permitió (salvo un poco quizás al final) manifestar en sus obras sus sentimientos. En parte porque no era la moda (hasta el romántico Beethoven esto no sucedería), pero en parte también porque él no concebía la música de esa forma, sino de otra completamente al margen de sentimentalismos, muy próxima a la música pura que tanto se ha buscado después parece ser que sin conseguirlo del todo. O sin la belleza que le otorgaba Mozart. Muy interesante también la reflexión sobre la aparente facilidad de su música y sobre la frivolidad de su vida y de su concepción del mundo, y cómo esto, que podría ser una virtud, le perjudicó seriamente.
Me han interesado todas estas reflexiones. Me gusta el temperamento de Mozart, tan fluido y al mismo tiempo tan disciplinado. Trabajaba hasta caer exhausto. Incluso se considera que pudo ser el simple agotamiento la causa de su muerte. Pero aparentaba ser una persona tan alada y feliz, que se le tomaba poco en serio. Qué triste. Incluso después de su muerte, hasta muchos años después, su música no fue muy tenida en cuenta. Se usaba como lecciones de conservatorio, dada su aparente sencillez y su perfección, pero nadie sospechaba que se trataba de la obra del que posiblemente ha sido el genio más grande de la historia de la humanidad. Dicen que ni su propia mujer sospechó nunca que estaba casada con un genio, que empezó a darse cuenta de su valía tiempo después de su muerte.
No se puede decir que la vida fuera injusta con Mozart, ya que tuvo momentos de extraordinario esplendor, pero sí que no fue tan generosa como debía haberlo sido. Quizás tampoco se pueda juzgar mal a sus contemporáneos. Era demasiado grande para ser comprendido a primera vista. Había que dejar que actuara sobre su risa el paso del tiempo.
La última pieza que compuso, delirante, asustado, "espantando los fantasmas con la mano", fue el Lacrimosa. Cuesta trabajo creer que esto no sea una licencia literaria. Pero cuesta tanto trabajo creer cualquier cosa de la vida de Mozart, que aceptar este hermoso final es simplemente un acto de justicia, de fe, una perfecta manera de redondear una vida indispensable en las nuestras.
Bravo, maestro.

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