La ficho porque ha pasado por mis manos (poco, la verdad), pero he leído sólo una mínima parte de esta novela que cogí con interés. Y no empieza mal: la llegada de un chaval de 16 años a Nueva York, con su primera visión de la Estatua de la Libertad y de los rascacielos al fondo (bueno, los que hubiera en 1912, pero que a él ya le llamaban la atención). La cosa prometía. Y sobre todo cuando, después de una accidentada y bastante angustiosa llegada a la ciudad, parece que las cosas se le arreglan y nos da una visión increíblemente próxima y actual de Nueva York. Me ha impactado cuando dice que le llama la atención de la ciudad el constante ruido que la envuelve (cierto) y sobre todo la maravillosa luz que tiene. Dice que es algo como si rompieran una inmensa lámina de cristal sobre la ciudad, y al hacerse añicos lanzara rayos de luz en todas direcciones. Y la verdad es que es una descripción muy acertada.
Hasta ahí, todo iba bien. Pero luego Kafka empieza a ponerse Kafka, al personaje se le empiezan a complicar las cosas de la manera más absurda, y a mí me iban entrando todas las angustias de la vida. Bien, Kafka, misión cumplida. Pero no me apeteció seguir leyendo ese descenso a los infiernos. Y al final se acabó el plazo de la biblioteca y la he devuelto sin haber alcanzado, creo yo, ni un tercio de su extensión. Eso que se ha llevado "La ciociara", la gran beneficiada de este abandono.
Ah, y otra vez he pillado una muy mala traducción. Me influye horrores que los libros no estén bien traducidos, y eso sin duda también ha contribuido a las pocas ganas que me daban de coger la novela. En fin, intento fallido. Me quedo con la imagen del cristal sobre Nueva York y sigo buscando cosas más interesantes. Que hay muchas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario