martes, 23 de diciembre de 2008

LA ABADÍA DE NORTHANGER, de Jane Austen

Dice la contraportada que "es la novela más irónica y divertida" de Jane Austen. A mí me parece que es una manera elegante de decir que es la novela menos profunda y meditada de la autora. Claro, que ya se sabe lo que vienen siendo últimamente mis juicios. Pero creo que tengo razón.

En realidad, esta es una novela que se puede considerar como dos. O mejor, como dos intentos fallidos por crear algo con un mínimo de interés. Centrada en el personaje de Catherine Morland, la obra se divide en dos partes según los lugares: el balneario de Bath (de ahí la foto) y la abadía que le da título, y que no es más que la casa de los amigos que conoce en el balneario y con los que acabarán uniéndola lazos muy estrechos.

La parte del balneario no puede ser más cursi. Vale que la autora establece un lenguaje metanovelesco, muy original para su tiempo, en el que ella es la primera que se burla de las convenciones sociales estupidísimas que rigen la vida de sus encorsetados personajes. Desde el principio se dedica a aclarar que "aquello no es una novela", y hace curiosas reflexiones sobre la consideración que en su tiempo se tenía de este tipo de textos como de un género menor, sólo reservado a las mujeres, y que los hombres, mucho más inteligentes e instruidos no podían apreciar. Bien. Lo demás es un tostón: bailes, cenas, asistencia a paseos, a teatros, a excursiones... Atracciones y rechazos con el sexo opuesto. Amores, amorcillos y malentendidos varios. Y millones de tópicos y estrecheces sociales.

Cuando ya estaba a punto de abandonarla por agotamiento, la novela da un giro. Se van a casa de los nuevos amigos, y allí, cada vez que la cosa parece empezar a enderezarse (desde la novela gótica hasta la más puramente romántica, pasando por un tímido conato de misterio y otro de investigación criminal), la autora vuelve a recordarnos que su chica no es una heroína de novela, y que si esperábamos de su vida algo apasionante, íbamos listos.

Y efectivamente, todo se queda en aproximaciones, como si la autora tuviera tentaciones de abordar alguno de esos subgéneros e inmediatamente después se arrepintiera, para volver a intentarlo de nuevo apenas dos páginas después. Un desvarío.

Reconozco que esta última parte me la he leído ya muy por encima. Saltándome párrafos y páginas enteras. Dándole cada vez una nueva oportunidad, pero teniendo cada vez más claro que nada iba a cambiar. Bueno, sí: al final se casan. Pero deprisa y corriendo. En dos páginas liquida el futuro de todos los personajes a los que había dedicado párrafos y párrafos para presentar una conversación sobre el tiempo o sobre las últimas novedades de la moda. ¿Tiene esto ni pies ni cabeza?

En fin..., otro fracaso.

sábado, 20 de diciembre de 2008

CUENTOS BREVES PARA LEER EN EL BUS


Tiene guasa la cosa de que cuando decido hacer un inventario de lo que leo sea justamente cuando menos estoy leyendo en toda mi vida. ¿Me justifico? Allá va: uno, no encuentro nada que me enganche; dos, tengo los ojos muy irritados y de noche prefiero descansarlos y escuchar noticias, y tres, siempre estoy leyendo varias cosas a la vez, y así no se avanza en ninguna.
Hechas todas estas matizaciones, paso a añadir (más con alivio que con satisfacción) un nuevo título. Bueno, es una recopilación de cuentos, como su nombre indica, todos ellos de autores importantes. Me ha resultado bastante entretenido, en general. Lógicamente, me han gustado unos más que otros, pero me quedo sobre todo con dos: "El bergantín holandés", de Apollinaire, y "El cuento californiano", de Mark Twain. Éstos incluso los voy a aprovechar para los alumnos, creo que les pueden gustar.
Y nada más. Me ocupo poco de este blog, no porque lo tenga abandonado, sino sencillamente porque no estoy leyendo prácticamente nada. Me tiene mucho más ocupada el blog de los chavales, en el que sí que se van sumando títulos a un ritmo bastante apreciable. Estoy contenta con la experiencia; ahora voy a ver si le doy un nuevo giro y la amplío. Pero sobre esto aún tengo que reflexionar un rato.
Con respecto a este blog (que ya parece más un diario íntimo que otra cosa), pese a todo creo que me viene muy bien tenerlo, porque tengo la memoria bastante descuidada últimamente, y este listado puede ser una herramienta útil para el futuro. Ojalá hubiera hecho una lista de lecturas desde hace muchos años. A lo mejor así me evitaba comprar libros repetidos. Si es que me acordaba de mirar la lista, claro, que esa es otra.
En fin, sigo leyendo varias cosas. En cuanto acabe algo (sabe Dios...), lo ficharé. Disciplinada, de momento, lo sigo siendo.

lunes, 1 de diciembre de 2008

IL PRETE BELLO, de Gofredo Parise


La acabé, por fin. With more pain than glory, que dice mi hijo, pero vale. O sea, haciendo al final un esfuerzo, aburrida de la historia pero pensando que me servía para practicar el italiano. Bueno, esa era su misión.
Lo cierto es que la recordaba muy distinta de lo que es. Yo me acordaba de la adaptación divertidísima que hicimos en el ABC de Florencia. Nos centramos sólo en la historia de don Gastón liándose con Fedora, para gran dolor de la signorina Immacolata. Y eso aparece sólo al final, como una de las varias peripecias y distintos aspectos que trata la novela. Pero no es el esencial, en absoluto. Ni siquiera tengo claro que el cura sea el protagonista, a pesar del título y a pesar de que él actúa como revulsivo de los muchos deseos insatisfechos que se amontonan en el triste patio de vecindad que comparten los personajes de la novela.
Narrada por Sergio, un niño de ocho o nueve años, asistiremos a la recreación de la vida frustrada de un puñado de vecinos, entre los que destacan varias solteronas (símbolo de todas las insatisfacciones en aquel tiempo, en aquel país), y de cómo la llegada de un cura guapo, alto, joven, perfecto representante del fascismo, convulsionará las vidas de todos.
Al final hasta el cura acaba como el rosario de la aurora, devorado por la pasión que le inspira Fedora (sobradamente satisfecha, en su caso), que le lleva a una enfermedad incurable. Las solteronas acaban más taradas que nunca y hasta el amigo del niño muere atropellado por un camión, no sin antes haber pasado una buena temporada en el reformatorio. Una juega, vamos.
Está bien lo de leer en italiano, me gusta y me lo impongo como una obligación. Pero ya podrían ellos también ampliar el temario, que estoy de dopoguerra, de fascio y del Duce, de hambre y miseria hasta el moño. Son como nosotros, que parece que no tengamos más tema que la guerra civil. ¡Plastas!