lunes, 26 de enero de 2009

LADRÓN DE MAPAS, de Eduardo Lago















¿Me ha gustado? Yo diría que sí, sobre todo si tenemos en cuenta la velocidad de lectura. Pero que tampoco es lo que en principio me había parecido, también es verdad.
Empezando porque yo creía que sería una novela. Y, para ser sinceros, creo que también lo creía su propio autor cuando la empezó. O al menos, aspiraba a darle una cierta unidad. O eso es lo que parece transmitir. De hecho, los primeros capítulos así lo indican, pero luego llega un momento en que esa pretendida unión se olvida por completo y nos quedamos con lo que de verdad es: una colección de relatos independientes. Aunque al final (¿mala conciencia?) aún vuelve a intentar un tirabuzón en busca de ese hilo argumental que perdió tantas páginas atrás y que, para dejar como deja, más valía que no hubiera vuelto a recuperar nunca.
Aparte de esto, la historia prometía: un escritor (aficionado o profesional, nunca se supo) lanza al vasto espacio de internet una colección de cuentos. O la sugerencia de poderlos leer. Quien los quiera, que le envíe un email. Una chica se los pide, los lee, quedan sin concluir, pide la continuación, concluyen, y entre tanto, ¡oh, caramba!, resulta que la chica reconoce en el escritor a un antiguo amor o amigo al que hace tiempo perdió la pista. Aceptada la casualidad, la historia podía estar bien. Pero no. Vamos, ni bien ni mal. Es que no sigue, nunca más. Luego viene la sucesión de cuentos y luego vuelve a aparecer la chica, pero ya no parece acordarse del asunto aquel.
¿Y todo esto a santo de qué? Pues no soy yo quien pueda responder a esta pregunta. Tampoco al significado del título, aunque se intenta o se pretende en vano que haya un enigmático personaje que por lo visto ha robado mapas, no se sabe ni de dónde ni para qué.
O sea, es que cuanto más lo pienso menos sentido le veo a la cosa.
La única unidad que tienen los cuentos es que todos nombran muchos lugares, de todas las partes del mundo. Demuestra el autor ser un gran cosmopolita, y ciertamente te dan ganas de viajar en algunos casos.
Y yo empecé diciendo que me había gustado... Sí, por curioso que resulte. Le reconozco habilidad narrativa: te engancha mientras lee. Pero hay otra cosa que también comparten las historias, y es que casi ninguna acaba. Le fallan los finales a este hombre. Pero bueno, ya he conseguido acabarme un libro suyo, cosa que no me sucedió con su famosísimo "Llámame Brooklyn". A ver si a la próxima consigue gustarme del todo.

lunes, 19 de enero de 2009

CREPÚSCULO, de Stephenie Meyer


Se lo debía a mis alumnas. Consiguieron despertar mi curiosidad con su extraordinaria pasión por esta novela. Y no sólo ellas, claro, sino también el hecho de saber que se trata de un fenómeno mundial. Bueno, pues ya sé lo que es "Crepúsculo", y no está mal. Comprendo que les guste a las niñas y que la devoren pese a sus más de quinientas páginas. Fundamentalmente es una historia de amor entre una adolescente y un vampiro con apariencia angelical. Pero claro, ser novia de un vampiro tiene sus riesgos, no sólo con él (que vive obsesionado tratando de no abalanzarse sobre ella, dado que le resulta extraordinariamente apetecible), sino también con la sociedad, con los otros vampiros (no todos van a ser tan "mirados" como Edward) e incluso con ella misma, pues al final desea su propia muerte como forma de eliminar todas las barreras que la separan de su chico.
Tiene mucho amor (muy adolescente, muy de interpretación de miradas y gestos, de frases bonitas, sin apenas contacto físico), algo de misterio e incluso acción al final. Y luego están los típicos amigos y amigas, con sus diferentes vaivenes sentimentales. Bien, muy apta para ellos. Bueno, sobre todo para ellas. A mí me ha aburrido en algunos trozos, pero puedo comprender por qué les engancha a ellas. Aparte de que las tiene enamoradas el chico de la película, lo cual es un añadido.
Bueno es que surjan este tipo de libros que conecten de esa manera con el público joven, a ver si así van descubriendo lo placentero que resulta leer.

viernes, 9 de enero de 2009

LOS GIRASOLES CIEGOS, de Alberto Méndez


Y va y ésta, que la cogía con toda la desconfianza del mundo y porque me la dejó una amiga y me sabía mal hacerle un feo, me ha gustado. Bien, sorpresas de este tipo valen la pena.
La primera sorpresa con este libro es que no es una novela, sino una colección de cuatro cuentos con un mismo tema: los derrotados de la guerra civil. Pero, pese a lo que pudiera parecer (y parecía), no aborda el asunto desde el típico punto de vista maniqueo que tanta agonía da. No, para este autor, recientemente fallecido, los derrotados de la guerra fueron todos, y todos, cada uno desde su particular y bastante original óptica, tiene un pasado y un presente bien amargos para digerir. Por lo menos, se sale de lo esperado.
De los cuatro cuentos, me han gustado particularmente dos: la "Segunda derrota: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido" y la "Cuarta derrota: 1942 o Los girasoles ciegos". La primera narra la desgarradora aventura de un hombre refugiado en medio del monte con su hijo recién nacido y con el cadáver de su esposa muerta en el parto. Fuerte el tema, pero narrado con una dulzura estremecedora. El segundo relato es el que han tomado para hacer la película del mismo título, y aunque ya se sabe el argumento y es muy fácil adivinar el final, se lee bien. No es morboso, no se entretiene en la lucha y el tormento del cura que se siente atraído, se obsesiona y enloquece por la madre de un alumno que tiene a su padre escondido en casa. No, afortunadamente también en este caso consigue escapar del tópico de la sexualidad reprimida, lo cual es muy de agradecer. Le ayuda también a evitar lo previsible el hecho de que alternan tres narradores: el sacerdote, en una carta a su confesor; el niño desde la edad adulta (lo cual le distancia de los acontecimientos y evita mucho el patetismo) y un narrador en tercera persona que tampoco exagera las tintas. Una vez más, la historia es trágica, pero ni se aborda desde un punto de vista maniqueo ni se recrea en la desesperación. Consigue un tono que dudo mucho que le hayan sabido dar a la película, aunque tampoco lo puedo garantizar porque ni la he visto ni creo que la vea.
En conjunto, un buen libro, que se lee en un par de tardes. Recomendable.

domingo, 4 de enero de 2009

LOS ESPEJOS VENECIANOS, de Joan Manuel Gisbert


Se lee en una tarde. No diré que con entusiasmo, pero sí con cierto interés. Se lo he mandado a los de 2º de ESO, y creo que a los que consigan entender el enrevesado lenguaje con el que está escrito (¿pero a quién piensa que se dirige el autor?) puede que llegue a gustarles. Pero habrá tantos y tantos alumnos que no entenderán párrafos enteros y que, por tanto, perderán el hilo a las primeras de cambio, que no creo que haya sido una buena elección este libro. Ya me dirán ellos.

Y el caso es que la historieta no está mal traída: en el siglo XVIII, un estudiante napolitano se traslada a Padua para estudiar en la universidad. Allí se aloja en una casa vecina de un intrigante palacio abandonado que esconde una leyenda: su última habitante, Beatrice Balzani, nunca llegó a morir. Las investigaciones del estudiante son muy entretenidas, hasta que llega a descubrir la verdad. Bueno, su verdad. Porque luego llega el profesor y sus compañeros y le enmiendan la plana con una versión mucho más racionalista que la suya: todo (o casi todo) había sido un complot. Aunque lo cierto es que al señor Gisbert la historia se le había ido tanto de las manos por el camino de lo fantasioso y sobrenatural que, por mucho que al final intenta recoger velas, le resulta imposible hacerlo del todo, y ante determinadas experiencias no tiene más remedio que claudicar y reconocer que sí han sido sobrenaturales. O sea, que al final se queda la cosa en un sí pero no que acaba defraudando a todo el mundo, creo yo. O todos moros, o todos cristianos. O estamos ante hechos del más allá o ante una investigación tipo doctor House. Lo cual estaría muy bien, pero lo que no resulta es la combinación de ambas: explico hasta aquí mediante el método científico y todo encaja, pero, ¡ah!, eso que ya no me cabe de ninguna manera debe de haber sido cosa del más allá, que también existe. No, hombre, no.

Espero con impaciencia, pero con cierta prevención, la opinión de los alumnos. De los que hayan conseguido entenderlo y de los que no se hayan enterado de nada. Todo sea que me toque poner otro título para una parte de ellos. Casi seguro que sí.