viernes, 26 de septiembre de 2008

LOS OTROS DÍAS, de Alfredo Conde


Nada, ni la he terminado. Ni a la mitad he podido llegar. Y eso que la contraportada prometía: un viejo director de orquesta debe abandonar su profesión porque padece Parkinson. Retirado en una casona del pueblo gallego donde pasó su infancia, rememora el pasado y reflexiona acerca de la vida.
Bueno, podía estar bien. Pero qué va. Al menos hasta donde he llegado yo, la cosa no parecía tener ni mucha sustancia en las reflexiones ni desde luego ningún interés en la acción (nula, por otra parte). Ah, y una cosa que me molestaba horrores: el autor tiene una muy particular forma de colocar las comas, de esas que no respetan ni las más elementales normas de la Academia. Reconozco que esto me ha predispuesto bastante en su contra, sí, pero también es cierto que hacer un mal andamiaje dificulta no poco una lectura fluida, correcta y placentera.
Es premio Planeta, pero en fin, ya se sabe...
Un desastre. Lo mejor, el dibujito que le he puesto. Es de la Orquesta de Oviedo. Muy chulo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

LA IMPACIENCIA DEL CORAZÓN, de Stefan Zweig


Una novela sobre la compasión. El tema es sorprendente, aunque leyéndola seamos capaces de reconocernos en muchas de las reacciones de los personajes, en las buenas y en las malas, al mismo tiempo que sobrecoge la visión de los insospechados terrenos a los que nos puede llevar la compasión mal gestionada. Como dice el autor, la compasión mal entendida no es más que la impaciencia del corazón por sustraerse de la contemplación del dolor ajeno. Y por huir de este malestar somos capaces de cometer los peores males, contra los demás o contra nosotros mismos.
En primera persona, se nos narra la insólita experiencia de un joven militar austriaco que, de malentendido en malentendido, y siempre llevado por su deseo de evitar el sufrimiento de una joven paralítica, se va embrollando en un enredo en el que todos (él el primero) salen perjudicados.
Interesantísima novela, muy atenta a los detalles psicológicos, de ritmo muy lento pero que no decae nunca. Aborda temas de verdad atractivos: la compasión, las diferentes formas de entender el amor y la amistad, el sentido del deber; el agobio al que se ve sometida una persona que es amada obsesivamente por otra por la que solo siente pena; los sentimientos terribles de una persona inválida que no quiere ser compadecida, que quiere sentirse una mujer completa; el dolor de un padre que daría todo por una salvación que no existe; la verdadera bondad, la auténtica compasión del médico que anula su vida por ayudar a los otros... Infinidad de matices psicológicos y de comportamiento que lo hacen un texto muy interesante.
Y un final también muy bueno: cuando la situación de los protagonistas parece no poder ser más desesperada, estalla la I Guerra Mundial. Ante una catástrofe semejante, los problemas individuales parecen quedar diluidos. Sólo queda, al final y para siempre, el peso de la conciencia.
Muy buena. Muy seria. Muy densa.

lunes, 8 de septiembre de 2008

LAS HORAS COMPLETAS, de Luis Mateo Díez


Un grupo de cinco monjes salen una tarde de su convento para ir a merendar a un pueblo a varios kilómetros de distancia. Durante el trayecto en coche, cada uno mantiene dos diálogos: uno con los demás sobre trivialidades y otro consigo mismo, sobre los asuntos que verdaderamente le importan. La monotonía lo envuelve todo hasta que encuentran y recogen a un extraño peregrino que, pese a sus extravagancias y a los sobresaltos que les provoca, tampoco supone una verdadera ruptura ni en sus vidas ni en sus pensamientos.
La novela se estructura en tres partes: viaje de ida, tiempo de la merienda y viaje de vuelta. Son muy pocas horas, efectivamente muy completas. No llega a haber una historia apasionante, esa es la verdad, pero tiene algo que me ha gustado: todos los personajes tienen algo que ocultar. Simple, sí, pero tiene el buen gusto de no caer en los tópicos relativos a los eclesiásticos. Sus secretos no son reprobables, son simples preocupaciones como podría tener cualquier otra persona. Y lo que más me ha gustado (aunque no estoy muy segura de que no sea una manera de escurrir el bulto) es que en ningún caso cuenta abiertamente el asunto. Se sugiere, se deja hilvanado, pero no se detalla. Sí se cuentan, en cambio, muchas otras anécdotas que han sucedido a personajes que no intervienen en el relato, que son conocidos de alguien o simples leyendas. Muy original.
Pero lo mejor de todo es el estilo. Prodigioso manejo de la lengua de los diálogos, extraordinariamente bien conseguida. Eso, y la mezcla sin interrupción, pero sin dar lugar a confusiones, entre pensamientos y realidad. No describe a los personajes, ni siquiera los presenta ni los clasifica de ninguna manera. Sencillamente, deja que los observemos y penetremos mínimamente en su pensamiento, consiguiendo una casi perfecta objetividad narrativa. Y no hace falta más, al tratarse de un número tan reducido y de un tiempo y un espacio tan concentrados.
En resumen, muy buena en cuanto a la técnica y sobre todo al uso de la lengua. Si lo que se busca, en cambio, es distracción, no es la novela más adecuada.