lunes, 8 de septiembre de 2008

LAS HORAS COMPLETAS, de Luis Mateo Díez


Un grupo de cinco monjes salen una tarde de su convento para ir a merendar a un pueblo a varios kilómetros de distancia. Durante el trayecto en coche, cada uno mantiene dos diálogos: uno con los demás sobre trivialidades y otro consigo mismo, sobre los asuntos que verdaderamente le importan. La monotonía lo envuelve todo hasta que encuentran y recogen a un extraño peregrino que, pese a sus extravagancias y a los sobresaltos que les provoca, tampoco supone una verdadera ruptura ni en sus vidas ni en sus pensamientos.
La novela se estructura en tres partes: viaje de ida, tiempo de la merienda y viaje de vuelta. Son muy pocas horas, efectivamente muy completas. No llega a haber una historia apasionante, esa es la verdad, pero tiene algo que me ha gustado: todos los personajes tienen algo que ocultar. Simple, sí, pero tiene el buen gusto de no caer en los tópicos relativos a los eclesiásticos. Sus secretos no son reprobables, son simples preocupaciones como podría tener cualquier otra persona. Y lo que más me ha gustado (aunque no estoy muy segura de que no sea una manera de escurrir el bulto) es que en ningún caso cuenta abiertamente el asunto. Se sugiere, se deja hilvanado, pero no se detalla. Sí se cuentan, en cambio, muchas otras anécdotas que han sucedido a personajes que no intervienen en el relato, que son conocidos de alguien o simples leyendas. Muy original.
Pero lo mejor de todo es el estilo. Prodigioso manejo de la lengua de los diálogos, extraordinariamente bien conseguida. Eso, y la mezcla sin interrupción, pero sin dar lugar a confusiones, entre pensamientos y realidad. No describe a los personajes, ni siquiera los presenta ni los clasifica de ninguna manera. Sencillamente, deja que los observemos y penetremos mínimamente en su pensamiento, consiguiendo una casi perfecta objetividad narrativa. Y no hace falta más, al tratarse de un número tan reducido y de un tiempo y un espacio tan concentrados.
En resumen, muy buena en cuanto a la técnica y sobre todo al uso de la lengua. Si lo que se busca, en cambio, es distracción, no es la novela más adecuada.

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